llamado que hace que la búsqueda a emprender sea una que refuerce esta “alusión y atención (allure)”
(Harman, 2019b) presente en esta concepción que se hace de la estética en la propuesta filosófica de
Harman. Una búsqueda en este sentido y con esta orientación (Ahmed, 2019), y siguiendo lo expuesto
sobre la retórica, llevaría a entrar en un vacío y desde él “liberar la energía necesaria para crear nuevos
principios” (Lovink et al, 2024, p. 23).
El arte requiere emerger con una táctica cuya aproximación supere el desgaste presente en las “imágenes
del presente”, que lo que “evidencia más bien es que el régimen de representación es por excelencia,
no tanto el del exceso de apariciones, sino el exceso de desapariciones” (Soto, 2022, p. 34). Invocar el
tropo representativo —ese insistente “lo que quise representar aquí”— es quedarse en un estrato que no
hace alusión y tampoco pone la atención en el mismo instante ni en ese tiempo continuo de la pieza
artística que se renueva cíclicamente con el presente de la representación y la reproducción para
provocar un estado de suspensión (epojé) y, de esta manera, inducir una conexión que amplifica la
percepción con la que nos representamos el mundo. En este caso, presentar —el presente de la
presentación— es traer no sólo esa novedad que tanto se pregona, sino el carácter fundamental de lo que
se necesita para cualquier aprendizaje: atender a lo que está enfrente.
Sin embargo, atender a lo que está enfrente es algo que generalmente pasa desapercibo. La dificultad
subyacente a esta situación, además de la disipación de la atención provista por la (des)aceleración que
imprime nuestra dependencia eléctrica y electrónica y por la voracidad por la que esperamos
actualizaciones en forma de clips, reels o “estados” de WhatsApp o Instragram, está en el
entumecimiento (numbness) que producen los medios como lo propone Marshal McLuhan (1996),
medios que debemos entenderlos en ese sentido amplio propuesto por él —en el cual se encuentran tanto
el número, la ropa, el dinero como los medios de comunicación masiva a los que estamos tan habituados
ahora—. Este entumecimiento se produce porque cada medio, al ser una extensión —en la propuesta de
McLuhan—, “amplifica un órgano, sentido o función, que inspira al sistema nervioso central el gesto
protector por entumecimiento de la zona extendida, al menos en cuanto a la inspección directa y
percepción se refiera” (McLuhan, 1996, p. 185). También, en el caso del arte, por el reiterado trabajo
en alguno de los dos bloques —ya sea sobre el que se quiere decir o sobre el cómo se quiere decir—
que hace que la conjunción necesaria para la activación del presente del arte se aleje hacia la
preeminencia de los conceptos o hacia la exuberancia de lo disciplinar; olvidando de paso que hay gestos
que constituyen “formas de alineación cultural” (Soto, 2022, p. 82), los cuales requieren —al igual que
la desmedida atención al qué o al cómo— “prácticas y experimentaciones que deshabitúen nuestros
gestos en los modos en los que han sido formados” (Soto, 2022, p. 82-83).
Acudir entonces, como se ha intentado proponer aquí, a la unión fuerte de lo que se quiere decir y cómo
se quiere decir que presenta la conjunción de la representación y de la reproducción; a la retórica que
busca en el fondo la estructura discursiva del qué y del cómo; y a esa estética que quiere resaltar las
conexiones que se establecen en la expectación y contemplación de un objeto o lenguaje artístico, nos
lleva a seguir los análisis que hizo el filósofo colombiano Sergio Roncallo-Dow (2011) al concepto de
medio en Marshal McLuhan para reconocer que “la elevación al estatus artístico de un medio [del arte]
anterior no debe conducir a la contemplación embelesada de un “contenido” de la obra sino, más bien,
la toma de conciencia del propio presente…” (p. 343). La alusión y atención a la conjunción del qué y