
Aldo Enrici, Mirtha Sánchez, Muriel Ojeda, Gloria Villar, Facundo Colino, Marcela Triviño y Nayla Romero
APUNTES PARA UNA HERMENÉUTICA TANÁTICA…
F continuó con sus mismos hábitos de trabajo en pandemia. En ciertos casos su compromiso
aumentó. Asistió al pase de sala por decisión personal, en contravención con las directrices de
su jefe, hasta que se contagió. Para F era importante recabar la información necesaria para su
práctica clínica en el pase de sala. La exposición era excesiva. Aún más, estando en
pandemia. Le costaba tomar conciencia del riesgo por el que atravesaba. La experiencia de
percepción de la vulnerabilidad social se manifiesta en el entrevistado recién a partir de
contraer la enfermedad. Allí se dio cuenta de que estaba expuesto a una situación en la que
debía cuidarse de otro modo, además de coordinar el trabajo con el resto de los Trabajadores
Sanitarios. Tenía que cuidarse a sí mismo del contagio. Ese cuidado redundaría en el
funcionamiento de su espacio laboral. Aunque viviera solo, durante la fase más intensa de
pandemia, no podía concentrarse en su trabajo de modo individual, según sus propias
convicciones, sin coordinación con sus compañeros. Sin embargo le costaba entenderlo.
Dadas las condiciones de convivencia que atravesaba, se expuso más que el resto.
F advierte que deseaba que “no lo confundan ni con un héroe ni con un inconciente”. Para
decirlo mejor, en su casa no hay gente a la que pueda contagiar. Está liberado de ese
compromiso. Dice sentir la obligación y la necesidad de volver a trabajar. Estuvo mucho
tiempo aislado por el contagio que sufrió. Pero, el compromiso con su profesión, iba más allá
de su obligación laboral. Un compromiso tan intenso como para entregar gran parte de su vida
privada. Concentrado en restaurar sus recuerdos, durante la entrevista nos mira como si
quisiera fijarse en sus pensamientos. Aunque es elocuente. Cuando habla hace gestos de
preocupación por esta condición solitaria que a la vez lo invita a cumplir con su tarea más allá
de cualquier límite. Sin embargo esa soledad la vivió cuando se contagió. No llegó a generar
anticuerpos y volvió al hospital. Otra vez se contagió. En total estuvo 88 días aislado.
Bueno, esto es más una experiencia personal, pero no me molesta
comentarlo… yo lo que sí sentí fue la carencia afectiva, eso fue algo
que…Por ejemplo, a ver, desde un abrazo, hasta una caricia, algo que
vos decís…yo que no tengo una pareja estable, tuve 88 días de
aislamiento… y bueno… la transité en dos ocasiones, pero no podés
aislarte del mundo. Porque no somos islas.
F parece comprender, desde sus palabras, que no todo está en condiciones como para
enfrentar una pandemia. Aunque lo dice a modo personal, lo hace situándose en su propio
relato. No está en condiciones para oír indefinidamente sobre las muertes. Situaciones de
despedida que afectan al paciente, a la familia, al personal de salud. Sin embargo, un conflicto
lo lleva a cuestionarse: en algunas ocasiones no se puede ser sanitario remoto. No se puede
trabajar de manera remota en terapia intensiva. “Hay que estar con el paciente”. Hay que
estar con los colegas, cumplir protocolos de ida y de vuelta. En pandemia hay que estar
preparado para trabajar con tantas experiencias desahuciantes durante horas seguidas sin un
acompañamiento profesional psicológico, sin modalidades de descanso. No es natural, aun en
la vida de un profesional de la salud, estar tan estrechamente en contacto con la rutina de tanta
gente que ingresa, empeora y muere. Pareciera que no fuera posible aprender a convivir con