
Jorge Alberto Kulemeyer
DIVERSIDAD DE SIGNIFICADOS DEL CONCEPTO PATRIMONIO COEXISTENTES EN LA
SOCIEDAD. ALGUNAS DE SUS RAZONES
El patrimonio, reflejo de la organización social
Independientemente de las definiciones y expresiones que sobre el tema patrimonio se
manifiestan en una sociedad, “la realidad del patrimonio es su gestión” (Criado-Boado y
Barreiro, 2013, pp. 13). Los posicionamientos que se adopten como referencia en torno al
concepto patrimonio tienen consecuencias definitorias al momento de estudiar y gestionar los
bienes.
Un bien patrimonial de una región, un país o de la humanidad, pertenece por igual a todos los
habitantes del espacio considerado, siendo idealmente esta una acepción le concede un matiz
singularmente democrático. La gestión del patrimonio requiere de una serie de actividades de
realización continua a cargo de especialistas, que en todos los casos, consisten en su estudio
(investigación), protección, puesta en valor (restauración, organización de exposición
pública), difusión (museos, centros culturales, acciones de comunicación y educación) y la
actualización de cada una de las labores precedentes. De ese modo se conserva, construye y
sociabilizan conocimientos mediante expresiones cuya relevancia alcanza a la educación, la
calidad de vida, el desarrollo económico y cultural de toda la población.
Hasta aquí el punto de partida sobre el imaginario construido, difundido y profusamente
arraigado en la opinión pública en torno al significado del patrimonio. A partir de estas
aseveraciones surge la inquietud por observar cómo se plasma su aprovechamiento y su
correspondencia con la realidad cotidiana. En esta contraposición entre los escenarios
imaginados y reales, surge que el patrimonio aparece como ejemplo de la suma de
contradicciones que muestra la sociedad. Por un lado goza de gran prestigio social,
nominalmente es de todos, todos quieren poseerlo, posee un inmenso arsenal legislativo que
lo protege y promueve al tiempo que cuenta con un enorme número de profesionales e
instituciones que acumulan conocimientos especializados para que, día a día, sea más y más
considerado, observado, destacado.
Lo usual es que la población que habita un territorio no participe ni acceda de manera masiva
a los mencionados beneficios propuestos nominalmente en asociación a la gestión
patrimonial que, por otra parte, tiende a estar orientada al impulso de íconos culturales
desarrollados como emblemáticos dejando en la marginalidad, o el olvido, a la mayoría de los
bienes existentes en el mismo espacio que, en su conjunto, pueden ofrecer una visión más
próxima, diversa y representativa de contextos y situaciones.
El patrimonio sirve de sustento para apuestas y ambiciones que llegan a obsesionar a no pocos
políticos, empresarios (y aspirantes a serlo), a artesanos, artistas, y diseñadores, urbanistas,
académicos, religiosos, como eventuales inventores y reforzadores de tradiciones, memorias e
identidades. Los afanes, así movilizados, buscan consolidar la invención para conservarla y
expandirla en base de los estereotipos creados e intervenidos que se tornan vivencias
mercantilizadas. En este enorme campo de disputas, cada uno de los actores alcanza su tajada
y cuota de poder, de razón, éxitos y, entre los más frágiles, de sinsabores.
Mientras tanto, en la práctica, el patrimonio se torna pretexto de tanta actividad y devaneo,
suscitando mares de tinta, imágenes, discursos, cemento y hierro cuyas concepciones,