
Silvia Barei
HISTORIA URGENTE DE ESTOS DÍAS
-Este es un año de rendición de cuentas, reflexiona Michael Moore en la entrega de los
Oscars y a propósito de esto dice mi hija que dijo Marita “No tengo que rendirle cuentas a
nadie”. Se hartó de estar encerrada en el departamento de dos por dos y el viernes se fue a
una fiesta en el Cerro. Dice que la pasó de diez pero ahora está asustada y anda
preguntando cómo hace para comprarse un test rápido.rápido. ¿Vos tenés idea?, me
preguntan.
-“Como si nada, seño, como si nada”, “ no me quedó nadie”, “y ahora qué, qué es lo que
nos espera? transcribe Elena Poniatowska lo que le dicen las mujeres después del terremoto
de 1985 en México. Su libro se llama Nada, nadie.
-Y está allí, como si nada y no quiere que nadie le hable, me repite Faby agarrándose la
cabeza por la señora que no acepta vacunarse ni que se lo recuerden.
Decir nada, nadie es decir también todos, todas y todes en el mismo barco. Es cierta la
expresión popular solo que el barco tiene cubiertas luminosas y camarotes de primera, otros
de segunda categoría, oscuras bodegas para los que apenas si pueden pagar y un rincón
escondido para los polizontes. El Capitán, los oficiales de a bordo, los marineros transpiran
como locos porque dicen que allí, en la oscuridad del mar, se pueden ir encima de un iceberg.
Y no hay experticia, ni prevención, ni capacidad de maniobra que los salve.
Como nos advierten los médicos, los enfermeros, los kinesiólogos, los camilleros y un largo
etcétera que comprende a todo el personal de salud. Ya con escasa capacidad de maniobra.
Escenifican un conflicto que recibe predicados negativos: miedo, ausencia, silencio, vacío,
cansancio, impotencia, adversidad o que espera por el milagro que ha de venir del cielo...o de
una vacuna.
Con todos estos fragmentos de historias de vida cercana, se podría escribir una Historia
Urgente de Nuestros Días basada en la experiencia de hombres y mujeres cuyos relatos
confluyen, cuyas palabras pelean con las pérdidas o cuya distancia con los que, de modo
perverso, aumentan una grieta, ya casi parece insalvable. Entre las fisuras de lo personal y la
palabra pública esta historia se entreteje con las vicisitudes de los sujetos, los imaginarios
epocales y los espacios sociales colectivos. Y debiera incluir ese fuera de lugar que parece
burlarse del sufrimiento de muchos ensayando una retórica reaccionaria esgrimida a
contrapelo de las pocas certezas que tenemos. Una retórica que ejercen ciertos funcionarios y
ciertos jueces con nombre y apellido y otros muchos anónimos que no dejan resquicios para
pensar en un acuerdo provisorio entre mundos opuestos, entre posiciones asimétricas, entre
posibles armonías.
En una de sus últimas vueltas, apoyada en la escoba, me dice Faby:
- Vos sabés Silvia que si mi mamá estuviese viva, o mi madrina, me hubiesen dicho uste
m’ija no deje de pelearla porque todo pasa, hasta los hombres siempre tan mandamases
pasan pasan, pero las que quedamos somos las mujeres. Para hacernos cargo de los hijos.
De los nuestros y también los de otras si hace falta. Mira, como esa señora del pueblo que