Clara Patricia Triana Morales
IMÁGENES PARA PENSAR LA REALIDAD
EL TIEMPO DE LA ESCUELA ENTRE EL ANTES Y EL DESPUÉS DE LA PANDEMIA
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IMÁGENES PARA PENSAR LA REALIDAD
EL TIEMPO DE LA ESCUELA ENTRE EL ANTES Y EL DESPUÉS DE LA
PANDEMIA
IMAGES TO THINK ABOUT REALITY
SCHOOL TIME BETWEEN BEFORE AND AFTER THE PANDEMIC
IMAGENS PARA PENSAR SOBRE A REALIDADE
TEMPO DE ESCOLA ENTRE ANTES E DEPOIS DA PANDEMIA
Clara Patricia Triana Morales
Directora Colegio Colombia Hoy, Facatativá-Colombia
cptrianam@gmail.com
Con la participación de Gerónimo Pérez Cita, José Andrés Jaramillo Caica, Valentina
González Martínez, Paula Andrea Bernal López
Resumen
La escuela ha sido uno de los espacios en los que la pandemia ha tenido un impacto más
fuerte, puesto que las formas de relación entre todos los miembros de su comunidad se vieron
transformadas por el aislamiento y la comunicación remota. La presencia del Covid en las
realidades contemporáneas ha supuesto un antes y un después, que nos pone ante un presente
inédito y nada sencillo de comprender. Intentar esa comprensión se constituye en un reto
imperativo, para el trabajo pedagógico, si se quiere apoyar a los jóvenes en su proceso de
inserción en este nuevo mundo del que hacen parte. Desde el trabajo de aula en la escuela, se
presenta en este texto un ejercicio que intenta el abordaje de estas nuevas realidades a partir
de la lectura de las imágenes que los mismos jóvenes concretan desde su experiencia del
presente. La imagen se entiende aquí en sentido amplio, no sólo desde los aspectos visuales,
sino que implican lo sonoro, lo audiovisual y el relato como imagen. Realizar esta lectura
permite reconocer algunos signos, que es posible interpretar como signos reveladores de lo
que resulta constitutivo de estas nuevas realidades.
Palabras Clave: Pandemia, Escuela, Imagen, Adolescencia, Realidad, Signo.
Resumo
A escola tem sido um dos espaços nos quais a pandemia tem tido um impacto mais forte,
que as formas de relação entre todos os membros de sua comunidade viram-se transformadas
pelo isolamento e a comunicação remota. A presença do Covid nas realidades
contemporâneas representou um antes e um depois, que nos coloca ante um presente inédito e
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nada fácil de compreender. Tentar essa compreensão constitui-se em um desafio imperativo,
para o trabalho pedagógico, se se quiser apoiar os jovens em seu processo de inserção neste
novo mundo do qual fazem parte. Desde o trabalho na sala de aula da escola, se apresenta
neste texto um exercício que tenta a abordagem de estas novas realidades por meio da leitura
das imagens que os mesmos jovens fazem desde sua experiência do presente. A imagem
compreende-se aqui em sentido amplo, não somente desde os aspectos visuais, assim como o
sonoro, o audiovisual e o relato como imagem. Fazer esta leitura permite reconhecer alguns
signos, que é possível interpretar como signos reveladores do que é constitutivo destas novas
realidades.
Palavras chave: Pandemia, Escola, Imagem, Adolescência, Realidade, Sinal
Abstract
The school, as an institution, has been one of the spaces with the strongest impact derived
from the pandemic due to the fact that the types of relationship between all of the members in
their community were transformed by isolation and remote communication. The arrival of
Covid-19 in contemporary realities has meant a before and an after; in that sense, it gives us a
difficult and unprecedented panorama to understand. Trying to comprehend this situation
means an imperative challenge for pedagogical work, especially if we want to support young
people in their process of insertion in this new world where they belong to.
From the classroom work in the school, this document presents an attempt to approach these
new realities starting from the reading of images that young people themselves settle on from
their experience at the present time. In this way, the image is understood in a broad sense, not
only from the visual aspects, but also involves sound, audiovisual fields and storytelling as an
image. Carrying out this reading allows us to recognize some signs, which can be interpreted
as revealing signs of what is constitutive of these new realities.
Keywords: Pandemic, School, Image, Adolescence, Reality, Sign
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Tiempos de covid
Sin importar donde se encuentre, el lector de este artículo habrá sufrido de una manera u otra
las consecuencias de lo que el mundo decidió denominar “la pandemia”. Esta forma de
nombrar lo que ocurre, incluso logró algo raro en la globalidad contemporánea y es el hecho
de que una palabra tenga el mismo significado en cualquier latitud, (considerando por
supuesto las variaciones idiomáticas). Normalmente una palabra requiere de un contexto y un
momento específico en el tiempo para que su significado y su sentido encuentren similitudes
tan precisas, como la que ésta ha llegado a designar en cualquier territorio, en la segunda
década del siglo XXI. Pero si el significado es igual, lo que no es uniforme, es el efecto que
sus implicaciones han tenido, no solo en cada región, sino incluso en cada comunidad, en
cada nivel social, en cada ámbito institucional o hasta en cada familia. La presencia de la
pandemia por otra parte, ha afectado a todos al punto de que existe un cierto acuerdo en torno
a la idea de que nuestras realidades han cambiado, que aquello que conocíamos como
normalidad, no va suceder ya nunca de la misma forma, que existió un antes y que estamos
ante el inicio de un después.
Por otra parte, parece estar lejos aún la posibilidad de un consenso sobre cuál es esa nueva
normalidad; algunos autores fascinados y al tiempo horrorizados con tanto cambio, se han
sentido tentados a expresar sus predicciones, sus apuestas por ciertas miradas anticipadas, que
les permitan describir ese nuevo mundo que adoptará unas u otras tendencias, las cuales
suponen formas distintas de entenderlo y configurarlo. A muy pocos meses de iniciadas las
cuarentenas mundiales tuvimos la oportunidad de leer las primeras y más arriesgadas miradas
en documentos como “Sopa de Wuhan” (Agamben, et al., 2020), una selección de artículos
escrita por filósofos y pensadores en su mayoría europeos y una versión muy interesante que
incluye también la postura de los pensadores del sur global, un poco más reposada que se
llamó ``La Fiebre” (Svampa, et al, 2020). Ambas publicaciones tienen muy afinadas miradas
que interpretan los signos de esa nueva realidad, a partir de todo el bagaje de estos escritores
que se sienten con la responsabilidad social de interpretar el momento, de manera que sea
posible para todos nosotros encontrar una luz que nos guíe en medio de estos
acontecimientos, no sólo los vinculados a los temas de salud, sino los que hacen evidentes los
graves problemas ambientales y sociales que afectan a la humanidad en este comienzo de
siglo.
Eso precisamente buscaba en esas lecturas, una luz para ayudarme en la tarea de profesora de
niños y adolescentes que he desarrollado toda una vida. Especialmente después de notar que
de pronto, aparecieron de no dónde un sinnúmero de instrucciones técnicas y
metodológicas para realizar clases de manera virtual, para ajustar contenidos, para usar
plataformas y aplicaciones, pero ninguna que permita entender de qué manera esta nueva
realidad afecta a los niños y los adolescentes. Sus ritmos de vida, sus cuerpos, sus emociones,
que cambiaron de un momento para otro, probablemente igual que los de los adultos, pero no
con las mismas repercusiones.
Quizá uno de los espacios que se ha visto más fuertemente transformado por estas formas
inéditas de vida, ha sido precisamente la escuela y los cambios se han hecho evidentes en las
estrategias, desde las logísticas hasta las didácticas, a las que nos vimos obligados. Esto que
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llamamos educación virtual, sin que lo sea, pero en especial las nuevas formas de relación
entre estudiantes, profesores y familias, que para muchos significa incluso la imposibilidad de
establecer vínculos de confianza. He visto casos muy serios de niños, niñas y adolescentes,
pero también de padres y profesores que simplemente renunciaron a estas formas de estudiar.
Otros, en su intento por adaptarse, terminaron afectados tan profundamente que debieron
recurrir a tratamientos psicológicos e incluso a medicación psiquiátrica. Puedo afirmar que
aunque la institucionalidad educativa, no desconoce la importancia de cuidar la salud mental
de las comunidades escolares, en medio de las circunstancias del aislamiento, no hay una
verdadera conciencia, por lo menos en Colombia, de lo que ha venido sucediendo al interior
de las escuelas y mucho menos un diagnóstico real de los efectos que estas nuevas realidades
han causado en las personas.
Por supuesto no voy a hacer aquí ese diagnóstico, creo que se requieren estudios serios, datos
científicos y sobre todo un largo ejercicio de escucha a los afectados. Lo que me interesa es
tener más elementos para comprender, y la única forma en que se me ocurre hacerlo es
recurrir a lo que constituye mi experticia. Soy profesora de historia del arte y mi especialidad
es leer las imágenes, he utilizado ese saber para interpretar obras de arte, ahora quiero emplear
esa habilidad para leer la realidad. Pero no podría hacerlo más que a partir de imágenes, en la
amplitud de lo que considero que es una imagen, es decir no sólo un dibujo, una fotografía o
un video, que se refieren exclusivamente al aspecto visual, sino abarcando también
fragmentos sonoros e incluso relatos que también configuran imágenes.
Intentando avanzar en esa comprensión, decidí pedirle a mis estudiantes que ellos mismos me
mostraran sus imágenes, de manera que juntos podamos encontrar en ellas los signos que
identifican su nueva experiencia de la realidad. Lo que le presento al lector a continuación,
son algunas de las imágenes que crearon y que generosamente compartieron conmigo y ahora
con ustedes, algunos de los estudiantes del grado once, en el Colegio Integrado Campestre
Colombia Hoy. Algunas de estas imágenes son, como ya lo mencioné, fragmentos de relatos,
pues quienes los escribieron prefirieron esta forma de expresar sus imágenes. Otros
escogieron fotografías o videos hechos por ellos mismos, a los que añadieron una corta
descripción que yo he tomado aquí como si fuera parte integral de la imagen. Presentaré
entonces la propuesta de algunos estudiantes con el nimo de edición -respetando la
escritura de cada quien- e intentaré a partir de allí leer algunos de sus signos y quizá
contraponer otros.
La escuela de la que estoy hablando, está ubicada en un sector rural de Facatativá Colombia,
un municipio ubicado a unos 45 kms, aproximadamente una hora de Bogotá la ciudad capital.
Se trata de una institución educativa no oficial, con un modelo pedagógico basado en el
desarrollo de proyectos (Metodología de Aprendizaje Basado en Proyectos ABP), que integra
los aprendizajes disciplinares habituales en la escuela. Los estudiantes provienen de ciudades
de menos de 200.000 habitantes y sus viviendas se ubican tanto en el casco urbano como en la
zona rural, por lo que sus condiciones de vida y las de sus familias son realmente muy
diversas. Esa gran diversidad que juega un papel siempre muy importante en la construcción
de comunidad que se hace posible en la escuela, ha sido un aspecto particularmente afectado
por la pandemia, en la medida en que las formas de relación entre los sujetos se vieron
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condicionadas en todas partes del mundo por dos aspectos determinantes: el aislamiento y la
comunicación remota.
A partir de la intimidad del aula
El ejercicio a partir del cual seleccionó algunos fragmentos, se realizó durante el primer
semestre de 2021, después de un corto periodo de encuentros presenciales de regreso a las
aulas, en algo que el Ministerio de Educación Nacional, llamó alternancia y que consistía en
permitir la asistencia de los estudiantes a la escuela, en pequeños grupos de acuerdo a las
disposiciones de distanciamiento y protocolos de bioseguridad. Una vez las cifras de
infectados y sobre todo las muertes por el recrudecimiento del virus aumentaron, las
autoridades volvieron a dar indicaciones para el trabajo escolar remoto y en aislamiento. Otro
aspecto que afectó particularmente a los estudiantes, fueron las fuertes jornadas de protesta
que se presentaron en Colombia a partir del 28 de abril, las cuales se iniciaron con la
inconformidad frente al proyecto de reforma tributaria y del sistema de salud colombiano y
continuaron indefinidamente, en torno a las innumerables dificultades sociales en el país.
El propósito de este trabajo con los adolescentes, es comprender, al menos en parte, la
complejidad de esos fuertes cambios, pero también propiciar un espacio para que ellos puedan
compartir sus emociones frente a las situaciones concretas en las que se han visto envueltos.
Las propuestas de Zemelman, (2011) en relación con la necesidad de construir la realidad,
desde la búsqueda de una conciencia de la experiencia histórica propia, guían en gran medida,
los ejercicios pedagógicos de esta escuela; las preguntas que cada niño y niña se hacen por la
relación con el territorio que habitan, por el presente del que hace parte y por las
complejidades que los constituyen, son parte habitual del trabajo escolar.
En cuanto al trabajo con las imágenes los referentes se acercan más a las propuestas de la
educación artística, que encuentran en la investigación-creación, una forma de construcción
de conocimiento, que ha sido parte de la manera de proceder de las artes en todos los tiempos,
a pesar de que hasta ahora se le de ese nombre. Marín Viadel, (2011), se hace una serie de
preguntas, que resultan muy pertinentes a las didácticas de nuestra escuela:
¿Por qué una película cinematográfica, o una novela de ficción, o
una obra de teatro, o una exposición de fotografías, que aborden
problemas educativos tales como el fracaso escolar, la
interculturalidad, o los mecanismos de exclusión social tolerados por el
sistema educativo, no pueden ser consideradas como investigaciones
educativas propiamente dichas? ¿Acaso las obras de arte son única y
exclusivamente manifestación de emociones o expresión de
sentimientos? ¿no son también una forma de conocimiento?”.
Marín Viadel, 2011
Este autor, fundamenta su respuesta en las recientes pero contundentes investigaciones que
han ido legitimando estas formas de investigación respecto a las más tradicionales de las
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ciencias humanas y que abren para la escuela un horizonte de posibilidades para pensar y
crear simultáneamente.
Cada vez que tengo la oportunidad de hablar con un adolescente sobre los cambios que su
vida ha tenido a raíz de la pandemia, especialmente aquellos más sensibles, quienes se han
visto afectados profundamente, algunos que lo han evidenciado con depresión, desórdenes
alimentarios, adicción a los juegos de video o rechazo a las actividades académicas por
medios virtuales, me encuentro con que al preguntar que les ocurre, no les es posible
contestar. Muchas veces sus ojos se llenan de lágrimas o se quedan en alguna respuesta
rápida y evasiva que intenta llegar rápidamente a dónde ellos saben que los conducen las
conversaciones con sus padres: Tengo pereza de hacer cualquier cosa, es que soy un
descuidado, es que no me intereso por nada.
Tanto las familias en general, como la mayoría de profesores que conozco se sienten
desconcertados con estos comportamientos y con las respuestas que les dan los jóvenes.
Intentan utilizar las mismas reprimendas que por lo general servían antes de la pandemia, pero
con el tiempo se hace evidente que estos niños están sumidos en una situación bastante
diferente de las que habíamos afrontado hasta ahora. No creo que se pueda hacer una
generalización, de este tipo de manifestaciones que describo aquí, pero creo que estos jóvenes
cuya reacción es más crítica, ponen en evidencia lo que está ocurriendo con esta generación
de adolescentes.
Considero más que nunca, necesario apoyar a los jóvenes y alentarlos a pensar en el futuro
como una utopía aún realizable, que implica un trabajo por hacer, sueños por soñar y sobre
todo mucha energía para seguir adelante en medio de las difíciles circunstancias, en especial
ante el signo más visible de todo nuestro tiempo: La incertidumbre.
Hacer de esta forma de configurar y leer la realidad una disciplina habitual, para entender
como situarse en ella y transformarla, es el objetivo que me he propuesto como parte
fundamental de mi tarea docente. Registrarlo, narrarlo y repensarlo, para hacer conciencia de
lo que se va haciendo visible, permite compartir con personas de otros entornos y otros
territorios, una experiencia de la intimidad de mi aula de profesora de artes, que podría
repetirse de otras maneras en los ámbitos en que adolescentes y adultos compartimos este reto
de vivir.
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El primer ángel tocó la trompeta
Imagen n° 1. Fotografía de Gerónimo Pérez. Abril 2021, Facatativá, Colombia, Desde la
ventana en la pandemia.
“Sol, allá arriba el sol - Aunque la tormenta suene - Detrás siempre estará el sol” este es el
fragmento de una canción que pertenece al grupo español de música Macaco
(https://www.youtube.com/watch?v=BRByNvlKcTY). Para esta imagen refleja esa nube
negra que llega a ocultar esa luz que produce el sol, pero a pesar de todo va a seguir ahí, su
luz es tan intensa que nada la va poder opacar, y si aun así la llegara a ocultar va a seguir
ahí, a esperar el momento para relucir, porque va a seguir luchando por mostrarse, cosas
que las relaciono con lo que pasa en este momento y que nos enseña que a pesar de todo hay
que no rendirse. Gerónimo Pérez Cita, 2021.
Gerónimo escucha su música, aislado por las condiciones que se nos han impuesto, pero
también por su propia decisión. Mediante un par de audífonos que le permiten tomar distancia
de quienes están a su alrededor, busca un mundo interior en su cerebro que se vuelve su
propia caja de resonancia. Esta huida del aislamiento es una doble negación que de alguna
forma busca conjurar el encierro; el interior que se convierte en espacio exterior. Habitar su
música es una manera de estar más allá de esta realidad en la que por momentos todo parece
oscurecerse, como ocurre con la nube que le cierra el paso a la luz del sol. La fotografía
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muestra, un punto de vista desde su propia ventana, una mirada construida a partir de lo que
Gerónimo está viviendo, esa que le permite captar algunos destellos de esperanza a los que
quiere aferrarse. Pero esta esperanza tiene delante el denso gris de un signo que está muy
presente en las vidas de los jóvenes como el y del que la pandemia sólo parece ser la
afirmación final de como ha venido revelándose, este signo es el apocalipsis.
Este discurso apocalíptico está presente incluso antes de la llegada del 2000, tal vez por eso
la mayoría de estos jóvenes nacidos cerca de ese momento, han crecido escuchando las
predicciones de la desaparición inevitable de la fauna en nuestro planeta, de la proximidad de
una guerra por el desabastecimiento del agua, de la inminente asfixia de la atmósfera por los
niveles intolerables de CO2 y el inevitable deshielo de los polos por el calentamiento global.
Todas son predicciones científicamente comprobadas, pero también sabemos con precisión
científica que existe una cura aún posible para cada una de estas enfermedades. Cómo lo ha
afirmado Bahuman (2009), nunca antes en la historia de la humanidad habíamos encontrado
tantas respuestas a nuestras preguntas como ahora, pero solo con la voluntad política de todas
las naciones y el concurso de todas las comunidades, sería posible un giro y una nueva
construcción de sentido y de relación de la humanidad con la naturaleza. Una posibilidad de
habitar los signos de la esperanza, tal vez un nuevo equilibrio que probablemente no estamos
alentando en estas generaciones, pero que muchos adolescentes como Gerónimo intuyen tras
esas nubes negras del signo apocalíptico de su tiempo.
Arendt (1995) propone el concepto de natalidad, que implica el hecho de que cada nuevo ser
que llega al mundo es capaz de aportar lo nuevo a el, algo inédito, que podría transformar de
manera radical lo que estamos viviendo. Asistimos ante ese milagro diariamente, en la
revelación de cada creación humana, por lo tanto es posible acompañar el crecimiento de
nuestros niños y jóvenes en la certeza de esa esperanza. La misma que no puede quedar
eclipsada por esta nube del pesimismo universal que deja a los jóvenes sin el ánimo de
intentar lo nuevo para el mundo. Gracias Gero por permitirnos pensar esto a través de tus
ojos.
Dónde están los pregoneros
“Salgo de mi hogar con los pesos en el bolsillo plástico en mi piel, y poliestireno en mi
cuerpo, con el propósito de ver lo olvidado con las manos, ojos y nariz, el papel antes en
blanco y negro, que cambió a color, pero que nunca perdió su significado.
La luz incesante del día pega en mis ojos casi recién despiertos, y un camino se empieza a
marcar solo, como si ya lo supiese; pero la realidad es que lo descubrí el día de ayer, con
un sentimiento espontáneo, por recordar lo olvidado. Los ojos ya abiertos despertaron en
esa mañana del sábado, y lo que nadie recuerda abarcó mi mente, y mis pies caminaron sin
las órdenes de mi cerebro para buscar en tierra, agua y aire, debajo de las piedras, si
hacía, falta para ver lo que estaba al alcance mío, pero no como yo lo deseaba.
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En esa aventura, muchos despertaron aquello que un día se había levantado: una angustia
por mi propio país y por las personas que lo habitan. Escuchando las palabras del tendero
diciendo "no hay", y recordando que hace un tiempo era lo que más se encontraba, lo que no
estaba en un lugar específico porque una persona iba de calle en calle anunciándolo cada
día de la semana, sin falta. Cuando mi padre que en paz descanse leía en su silla. Cada
domingo y camino al trabajo compraba, aquello que nunca pude entender, pero a día de hoy
busco con incesante preocupación. Mi voz, aunque asombrada, con esperanza pregunta
“¿dónde lo puedo encontrar?” Sin ningún resultado exitoso, le expreso al tendero, dicho
acontecimiento, y con actitud segura, me indica la luz al final del túnel. Me despido del
informante, pongo dos manos atrás, una sosteniendo la otra; lleno mis pulmones y con dicho
Co2 corriendo por mis venas, indico a mi cuerpo seguir al pie de la letra las indicaciones,
cruzo, miro, me enamoro de mis sentimientos, hasta que al fin mi cuerpo grita, ¡EUREKA! El
sito es el dicho, falta ver si el tesoro prometido se encuentra en la isla, vuelvo y lleno mis
venas y pulmones para la pregunta decisiva, y „Si, claro que sí‟, contesta, ¿quiere uno?, me
pregunta. Le respondo con un sí, que significa tanto, que significa, no solo lo quiero, lo
anhelo. Hago dos, tres preguntas más para crear conversación con aquel "amigo" le digo yo,
le doy sus respectivas gracias y salgo de la isla, con una sonrisa inigualable, vuelvo a la
posición normal, pero ahora una de las manos la ocupa aquel recuerdo que llevaré a casa, a
que cumpla el mismo papel, que cumplía con el Viejo.
Y en esas estoy, dicen popularmente, recorriendo el camino a paso seguido, viendo a mi
alrededor a los caminantes, idénticos a mí, pero sin la oportunidad que tuve yo de
despertar, camino por las calles de aquel pueblo con la frente en alto, y ya con unas
coordenadas definidas y perfectas. Faltando una cuadra para llegar, una persona
impresionantemente hermosa, arrugada pero perfecta, me mira con sus últimas inversiones
en la mano, y me dirige la palabra para que influya en aquella vida ya vivida, pero no lista
para la muerte, así que teniendo algunos pesitos de más en mi bolsillo le otorgo algunas
monedas y lo saludo muy cordial y contagiado por aquella felicidad; pero después de aquel
momento a tan solo pocos pasos, llega la preocupación a mi pecho. Me da las gracias;
extiende su mano para que, con mi mano cerrada, nos encontremos las pieles en signo de
amistad y me pregunta, ¿cuánto vale el periódico? partiendo mi corazón, y dándole a mi
mente un mensaje claro: es el único en este pueblo que no puede obtener lo que tengo en mis
manos; pero solo él y yo comprendemos lo importante que es su lectura, y en serio quiero
hacer algo, entregarle mi tesoro en sus manos ya cansadas, pero lo único que hago y puedo
hacer es contestar su precio, regresar a casa con culpa de no recibir a aquella persona tan
preciada en el mundo, en mi hogar, esperando que el día siguiente esté ahí, con su sonrisa y
listo para que le entregue su propio tesoro”. José Andrés Jaramillo Caica 2021
José crea su imagen a partir de la memoria, ensaya un tono poético y mezcla la ficción con la
realidad. Crea sus propias escenas a partir de sus experiencias cotidianas y las entrelaza con
cosas que no ha vivido aún o que simplemente ha escuchado en las voces de la gente mayor.
Nos lleva de paseo por sus calles, nos hace imaginar texturas, aromas, lugares y rostros. Pero
sobre todo nos muestra la sensibilidad que nos falta para captar los pequeños detalles, para
conectar el mundo que es, en presente, con el que está desapareciendo o ya se ha ido.
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Bárcena (2021) habla de la educación como una forma de herencia generacional:
“He dicho que la educación es un encuentro entre generaciones en la
filiación del tiempo. En primer lugar, se trata de un encuentro, es
decir, de un tipo de relación que se resuelve en un acto, o una serie de
actos, de transmisión. En segundo término, esa relación de
transmisión se da en un tiempo que es un intervalo o un pasaje”.
Bárcena, 2021: 9
La imagen de José abre este pasaje y lo hace además en el sentido opuesto al que estamos
habituados en el ámbito educativo: Él revela a sus maestros que no están dentro de los
márgenes de la escuela: la gente en la calle, la calle misma, el tendero, sus viejos... El signo
del pasaje, que Bárcena (2021) toma prestada de Benjamin (1933) y que yo retomo para leer
el texto de mis estudiantes, tiene que ver con otra forma de esperanza, la de que aún es
posible la comunicación entre presentes. ¿Cuántos padres y maestros llegan a mi puerta para
decir que su relación con sus hijos y estudiantes se les salió de las manos? Que no es posible
entenderlos, que su lenguaje es distinto, que lo tienen todo y no están contentos con nada,
que no son conscientes de lo mucho que nos cuesta a los adultos cargar con la
responsabilidad de nuestra propia existencia y además tener que hacerlo con la de ellos.
Una mano roza a la otra y en ese pequeño gesto se abre este pasaje, el del encuentro, el de la
comprensión, el de la relación entre las actuales generaciones y las anteriores, las que se
tejen en la escuela entre maestros y estudiantes, las que se dan naturalmente entre abuelos y
nietos, entre padres e hijos, pero que naturalmente se pierden si no se hace un esfuerzo por
mantener estos pasajes desde la sensibilidad hacía el otro. Una cadena amorosa capaz de
cuidar un legado en el tiempo, el de un mundo en su enorme fragilidad y su indescriptible
belleza. Gracias a José por recordarnos estas ideas básicas.
De frente a la valentía
Colombia, como la mayoría de países de América Latina, ha estado bajo una enorme presión
social durante este periodo de pandemia, pero con el agravante que implican ser uno de los
que tiene la mayor desigualdad en el mundo. Por otra parte las particularidades del actual
gobierno, que lejos de responder a las circunstancias humanitarias generadas por la crisis que
llegó con el virus, ha sido implacable con sus ciudadanos, con altísimos niveles de
corrupción, total descuido de los programas de asistencia social, la mayoría de las veces con
incumplimiento de las ayudas que se decretan, sumadas al ya largo incumplimiento de los
acuerdos de paz que se habían logrado anteriormente. El desempleo, el difícil acceso a la
salud y la educación con calidad y el tema que se dio a conocer a nivel de la comunidad
internacional que fue la propuesta de reforma tributaria salida de toda realidad, que afectaba
incluso a la población más pobre, sintetizan un malestar que los jóvenes han convertido en un
asunto que ya no quieren dejar en manos de otros.
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Todas estas circunstancias dieron como resultado una protesta social de proporciones nunca
antes vista en nuestro territorio, con participación principal de los sectores más afectados de la
sociedad: indígenas, trabajadores, campesinos y sobre todo jóvenes. Las reacciones de
violencia y represión desproporcionada por el uso de la fuerza y la violencia, también le han
dado la vuelta al mundo. Conozco de cerca casos de muchachos que han perdido sus ojos, por
los ataques de la policía con las armas “no letales”, casos de golpes y abusos, retenciones
ilegales y hasta desapariciones forzadas de las que estos jóvenes han sido víctimas.
Muchos de ellos viven el signo del miedo como una constante en sus vidas, por ellos, sus
compañeros y sus familias. Si bien este signo ha estado presente en nuestro continente desde
la conquista, cada generación se alimentado con miedo desde la cuna y ha ido transmitiéndolo
de abuelas a madres e hijas, especialmente por vía matrilineal. Pero los jóvenes de esta
generación de la pandemia, lo viven de una manera que jamás lo imaginaron; señalados,
estigmatizados, muchas veces sancionados por expresar sus ideas y sus construcciones de la
realidad.
Valentina González y Laura Sofía Molina, seleccionaron esta imagen de su archivo personal.
Imagen n° 2. Fotografía de Laura Sofía Molina, abril 2021, Facatativá, Colombia. Protestas
juveniles en reacción a las medidas del Gobierno.
“Son las 6 o 7 de la tarde, ya anocheció o está oscureciendo, todo poco a poco y tu después
de todo un día, te recuestas en tu cama boca arriba mirando el techo, miras a tu alrededor y
suspiras.
Esta imagen me hace pensar que pudo haber sido un día muy largo y te alegras de que llegue
la noche, o también podría ser que fue uno de los mejores días de tu vida, y ese momento de
paz mental que pasas a tener, es increíble porque piensas todo lo que sucedió en el día. O
pudo ser un día bastante normal, y ese momento es algo que es constante. Para mi esa simple
acción - captada en la imagen- puede significar tantas cosas a la vez y también puede no
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significar nada, todos podemos tomarlo de distintas formas, y es lo que hace para que
aunque sea solo un momento es único para cada uno”Valentina González Martínez 2021.
Es una imagen que ellas mismas captaron en una de las calles de la ciudad en que está ubicada
nuestra escuela: Facatativá. Precisamente, una de las ciudades más afectadas por hechos de
violencia y exceso de fuerza de parte de los organismos de control. Se trata de una imagen del
grupo que conforma la “primera línea”. Jóvenes protegidos con estos elementales escudos
rudimentarios, elaborados a partir de recipientes industriales reciclados, se ubican a la
vanguardia de los grupos de marchantes, para proteger con estos básicos instrumentos a todo
el grupo que sale a protestar. Vale la pena observar la imagen con detenimiento, para
descubrir que ellas captan, su propia sombra con la cámara fotográfica, mientras intentan
recoger un momento en que los chicos de la primera línea se preparan para salir a acompañar
las protestas de este día (como muchos otros de cada semana, durante los meses de abril y
mayo).
Al acercarse un poco a la imagen, salta a la vista que se trata de personas muy jóvenes, que
toda su protección consiste en estos improvisados escudos, en el mejor de los casos
complementados con cascos de protección para su cabeza. Algunas veces utilizados para el
trabajo de la construcción, mientras otros utilizan el mismo que los protege de caídas en su
motocicleta o en su bici. La mayoría solo se protege del sol con una gorra. Ni palos, ni
piedras, ni objetos de metal, ni mucho menos armas de fuego, hacen parte de su
indumentaria.
Otros elementos que sobresalen en esta imagen, son las inscripciones en los escudos, en la
mayoría de los casos con el tricolor nacional que los hace muy vistosos. Los mensajes están
en su mayoría dedicados a otros jóvenes que han sido asesinados en medio de las revueltas de
los últimos tiempos. Sus escudos son un homenaje para ellos y un estímulo para continuar con
las luchas que los identifican. Otros mensajes, hacen referencia a lo local, a los municipios
vecinos o barrios de los que provienen quienes hacen parte del grupo. Uno en particular,
llama poderosamente mi atención: “Cucha estoy bien”. Este mensaje tiene implicaciones
directas para mí, como para todas las madres y profesoras que llevamos en el corazón el dolor
de saber a nuestros hijos y estudiantes en esta tensión y este riesgo permanente.
Valentina y Laura hacen una pequeña reflexión, después de volver a su casa y revisar las fotos
de su cámara. A ellas les interesa mucho la fotografía, incluso recientemente adelantaron un
proyecto escolar en el que usaron las fotografías del archivo familiar para pensar de qué
manera los oficios de sus abuelos y generaciones anteriores han determinado lo que sus
familias son hoy en día. Tal vez por eso el texto que acompaña la fotografía, intenta tomar
distancia de lo que en ella se presenta. Buscan situarse en el aquí y el ahora que es el
momento de regresar a su casa y detenerse ante sus propios pensamientos, esos de los que la
mayoría de chicos intentan huir para no enfrentarlos. La razón de esa fuga, es lo que se hace
evidente en la reflexión de Valentina y Laura: los días parecen pasar uno tras otro en una
extraña cotidianidad totalmente caprichosa, ningún día parece ser igual al otro. El signo de esa
imagen es indudablemente la incertidumbre, lo único que parece constante en medio de la
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locura de las determinantes de su presente, que se convierte en algo muy difícil de interpretar.
Gracias Valentina y Laura por usar su cámara para registrar la historia del presente.
Cristal templado
Paula preparó un video que se puede ver en este link
(https://www.youtube.com/watch?v=Lj0bX16HnRM), aquí incluyo el texto que le sirvió de
guión para su propuesta audiovisual. Ella hace una reflexión que integra muy bien lo que
también han descrito Valentina y Laura en su fotografía y su pequeña divagación. Transcribo
el texto editando algunos fragmentos sin la intención de censurar, sino más bien de hacer una
corta revisión y síntesis.
Esta vez “la generación de cristal” como muchos nos llaman, salimos a las calles, con
tambores, banderas y carteles, exigíamos y queríamos ser escuchados íbamos en contra de un
acto violento, uno de esos que nos ratificaba la polarización que se suponía íbamos a vivir en
unos años, y digo se suponía por que se metieron con la generación que estudió historia, se la
aprendió, y decidió cambiarla, la misma generación que se llenó de valentía y salió a
expresarse por qué le han quitado todo y ya no hay nada que perder allí afuera.
En Facatativá los jóvenes salimos a marchar, cantando, bailando y gritando arengas
recorrimos varias calles del municipio, y de ser solo un municipio con marchas, con arte y
con sus jóvenes en las calles, en poco tiempo nos convertimos en la noticia de última hora en
canales nacionales y justo en ese momento se abrió la puerta a una guerra, donde el
detonante estuvo en los bloqueos de calles importantes por parte de los manifestantes, es
donde interviene el estado quien garantiza la movilidad, despliegan fuerzas públicas para
quitar a las personas, así ALEJARNOS para que nuestros gritos de auxilio cada vez se
escuchen más lejos, llegan los “antidisturbios” a un bloqueo en donde antes que llegaran
ellos no había ni un solo disturbio, disparan gases, empujan con las tanquetas y del otro lado
se defienden con piedras, en ese enfrentamiento, pierden todos, pierde la mamá que tiene que
ir por su hijo al hospital, pierde el niño que tuvo que salir corriendo de su casa por qué un
gas cayó adentro y le impedía respirar, pierde el policía al que golpearon con una piedra.
Todo esto solo me llena de angustia, no puedo imaginar lo que sienten las personas que lo
viven, dentro de ese miedo toma fuerza como un volcán, me lleno de impotencia al ver
noticias, la situación incontrolable que viven otras ciudades, me incluyo por qué también salí
a marchar, a manifestarme y al día de hoy no comprendo por qué en los medios y muchas
personas se refieren a las marchas como un acto de vándalos. Pensé que le podíamos decir
así a la persona que entregó armas a civiles, o la persona que acepto en el congreso que 34
millones no eran suficientes de salario pero se supone que muchos si deben vivir con un
salario mínimo, pensé que vándalo era el que quemaba cultivos de campesinos con el fin de
sembrar coca, pensé que era el que robaba la plata del municipio, pensé que vándalo era el
narcotraficante, pensé que vándalo era el que recibía subsidios para seguirlos acumulando
en riquezas propias; aun así muchos aseguran que vándalo es el que no está de acuerdo con
el gobierno corrupto, y decide salir a gritarlo.
Clara Patricia Triana Morales
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Al pasar de los días, las cosas en Faca fueron cambiando, los militares cubrieron algunas
zonas del municipio les impidieron a ciertos grupos cerrar las vías, pero la marcha aquí no
paraba, seguíamos saliendo por qué ya no eran gritos en contra de algo o alguien, eran
gritos de jóvenes asustados y preocupados por su futuro, por no saber qué les espera después
de terminar un pregrado en una universidad, si es que pudiéramos acceder a ella. La
situación del paro comenzó a volverse un acto de violencia, un atentado a la vida, y ahora
eran gritos y voces de jóvenes pidiendo justicia por las vidas arrebatadas, por las violaciones
a mujeres, por los desaparecidos, por las torturas, por las injusticias, por la falta de
garantías en derechos, hoy solo somos jóvenes asustados.
El 28 de mayo un mes después del comienzo del paro nacional, también salimos a las calles,
a gritar por los que han silenciado, salimos llenos de valor y por el deseo de un país mejor,
de nuevo el estado hace caso omiso a lo que está pasando detrás de un escritorio y frente a
una cámara se hace ver como ejemplar ante los demás, mientras las fuerzas militares parece
que fueran autónomas, sin jefe, sin rumbo, matando al propio pueblo que se supone deben
cuidar. Veo jóvenes con escudos defendiéndose, veo al señor al que le rompieron los vidrios
de su casa, veo la señora que sale llorando de su apartamento por qué el gas está ahogando
a sus hijos, el miedo invade, no cómo ayudar, ni cómo actuar, los helicópteros volando
toda la noche me impiden conciliar el sueño, el sonido de los gases que salen disparados me
retumban en la cabeza, y solo me pregunto ¿si hay algo peor que esto?
“Que el privilegio no te nuble la empatía”
Escuché esa frase hace unas semanas, y me identifica mucho, también que muchos de los
manifestantes que están marchando allá afuera son privilegiados en muchos sentidos, pero la
lucha es por un país en donde reine la equidad y la empatía.
Se supone que el último año en el colegio debería ser de mucho aprendizaje pero sobre todo
un espacio para vivir y disfrutar esa última etapa. El COVID llegó de repente, sin embargo,
intentamos acostumbrarnos a esa realidad, pero ver la guerra afuera de mi casa es la
realidad a la que nunca me quiero acostumbrar, muchos de mis compañeros al igual que yo,
se sienten abrumados de ver los medios, se sienten agotados de estar conectados en una
llamada pero desconectados de mismos, siento que en nosotros el miedo es un sentimiento
constante y que en vez de desaparecer se va haciendo más grande. Hoy solo espero que esto
mejore, que no termine aún porque hay mucho por lo que pelear.
Creo plenamente en la formación académica para construir una mejor sociedad, en la
construcción de personas críticas y empáticas para poder salir el día de mañana a hacer un
ejercicio político. Esto porque siento el deber de entregarle al país una buena persona, si
salimos victoriosos de esta guerra, el país, el mundo y los libros de historia van a recordar a
la generación de cristal, como los jóvenes que hicieron de estos cristales un vitral que en
letras mayúsculas decía, Ganamos una guerra para comenzar la vida. Paula Andrea Bernal
López 2021.
No es fácil hablar de la imagen de Paula (el video y su relato), es una imagen totalmente
explícita de lo que ella y sus compañeros sienten, aun volviendo sobre ella una vez más,
vuelve a impactarme. Me detengo en los detalles para intentar descubrir algunos signos.
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Miedo es la palabra que ella menciona de manera más insistente en su relato. Pero si el lector
leyó sus palabras y vio sus ojos al final del video, es probable que comparta conmigo, que el
miedo del que habla está en tensión con un tremendo desafío al miedo mismo y a todas las
formas en que se manifiesta. No olvidemos que Valentina y Laura también mencionaron esa
palabra. Pero las tres estuvieron en las calles, ellas exponen sus cuerpos y sus identidades al
peligro primario al que tememos los adultos, así que el miedo del que hablan no es el mismo
en el que estamos pensando.
Incluso al hablar con cualquiera de ellos es fácil entender que cuando hablan con rabia de su
indignación, aparece una valentía en ellos que a los adultos nos cuesta comprender, una
especie de impulso suicida que los lleva a exponerse -innecesariamente podríamos decir, y
que aparece de modo perturbador en frases como “... no tenemos nada que perder”.
Entonces a que le tienen miedo estos niños grandes como Paula, que están en este límite entre
los juegos infantiles y las decisiones políticas que permitirían, según ellos lo ven, un cambio
de rumbo para su país. Vuelvo una vez más sobre sus propias palabras: “...el miedo invade, no
cómo ayudar, ni cómo actuar”. Su peor miedo es a la impotencia, a la imposibilidad de
futuro a la que tanto se refieren los adultos. A que no exista una realidad en la que ellos
puedan insertarse, en la que puedan expresarse y trabajar por el cambio. Paula y sus
compañeros quieren como ella misma lo dice, escribir una historia, su historia, en la que
empezaron de cero después de lo que ella llama una guerra, después de una pandemia, para
elaborar una nueva imagen. Ella utiliza la idea de los cristales que forman esa nueva imagen,
una nueva obra -de arte- construida desde la mirada crítica que les ha dado la posibilidad de
observar la realidad desde tantos puntos de vista, el de las noticias en la televisión, el de las
reseñas en los medios de los que ella habla permanentemente. Le molesta profundamente ser
etiquetada en esta imagen de la “generación de cristal”, que los identifica con la fragilidad,
con la sobreprotección por parte de sus familias y de la sociedad que se ha dedicado a criar
niños que deben estar separados de todo y de todos. Eso que ella identifica con los privilegios
y que si bien parece nublar no solo la empatía de muchos de sus contemporáneos, no puede
afirmarse como una cualidad generalizada en estos adolescentes que han pasado por tanto, no
solo aquí en Colombia sino en todos nuestros territorios del Sur. Gracias Paula, por tu
existencia que revela la de otros como tú.
Un asunto de tiempo
El tiempo de la escuela, ahora dividido, en este antes y después, de la afectación de este
retorcimiento que la conciencia colectiva, denominó pandemia, deja en nosotros su marca
inocultable. Marca que no podría borrarse, aún si existiera la posibilidad de retorno a ese
momento justo que ahora llamamos antes. Sin embargo la transformación que ha generado
este tiempo, ocurrida en los cuerpos, en los encuentros y las emociones, nos ha dado una
oportunidad única para realizar ejercicios de conciencia, de asuntos que durante el antes
apenas percibíamos.
Con su espacio en suspenso, la escuela se ha convertido en el lugar, o más bien el momento,
en el que ella puede „ser‟, y me atrevo a decir que ese momento es aquel en que nos hacemos
Clara Patricia Triana Morales
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presentes. Es decir, cuando somos capaces de llegar hasta el otro, para decirle concretamente,
aquello que en nosotros ha transformado la experiencia de estas formas de vida. Cuando
examinamos nuestra propia vivencia y las imágenes en las que podemos captar lo que allí es
esencial, para convertirla en un relato capaz de involucrar al otro. Cuando descubrimos signos
con los que otros se pueden sentir identificados, es decir, convertimos la experiencia en una
expresión simbólica. Signos y símbolos pueden transformarse de alguna manera en faros para
la oscuridad, para la noche en la que andamos aún perdidos, pero en la que podríamos
encontrarnos para aliviar nuestra soledad y construir un espacio colectivo y habitable
nuevamente.
El tiempo de la escuela, el tiempo presente entre el antes y el después, en el que nos hacemos
presentes para hacernos conscientes y comprender, - los signos de la pandemia, del
pensamiento apocalíptico, del miedo, de la incertidumbre, de la impotencia, etc. , puede
convertirse en el momento en que los diversos confluyen en un propósito de carácter
pedagógico y político simultáneamente: “Cuidar que los otros cuiden de sí” (Kohan, 2020: 7).
Un tiempo que hacia el futuro, podría volcarse en un gesto, en una palabra, que F. Bárcena
denomina “Promesa”, la cual, según dice, “... establece un fuerte vínculo con el otro: es fuente
de confianza, y es en ella donde se establece el lazo social”.
Gracias a todos una vez más, en “Colombia Hoy” por no tener miedo.
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México, Edit. Grito del Sujeto.
Clara Patricia Triana Morales
Arquitecta, Docente, Investigadora, con Maestría en Historia y Teoría del arte y la
Arquitectura y estudios en Educación Artística de La Universidad Nacional de Colombia.
Actual Directora del Colegio Integrado Campestre Colombia Hoy de Facatativá Colombia y
Profesora Invitada de larga trayectoria en la Maestría de Educación Artística de la Facultad de
Artes de la Universidad Nacional de Colombia.