
Lourdes Belén Gallardo
LOS ANDARES DE ROGELIO
esa doble oscuridad, la de la noche y la de la caverna en la cual el silencio acrecentaba la
sensación de absoluta soledad, solo él habitaba en aquel sombrío lugar, y la débil luz que lo
acompañaba mitigaba un poco, acaso solo un poco, la sensación de temor que lo invadía al
adentrarse en un lugar que apenas conocía, sin embargo lo que fue aprendiendo con Anahí le
dio el coraje para ir más lejos, es por eso que tras un pequeño ritual consistente en palabras
casi imperceptibles, repetidas casi como en secreto a un puñado de hojas secas que dejó
quemar y cuya leve humareda con un ligero sabor dulzón terminó por invadir aquellas
galerías en que la humedad generaba una atmósfera agobiante, súbita e inexplicablemente
sintió frío, tal vez sugerido por los sonidos del agua que se filtraba por algún lugar de la
caverna, fue allí cuando su idea cobró fuerza plasmando con sus manos lo que no podía poner
en palabras: simplemente describir la vida. Aquella escena de los caballos no era una simple
persecución, era el deseo de cada uno de ellos de perpetuar la especie, una idea que empezó a
gestarse al momento de advertir que los equinos corrían en pos de la hembra y termino de
madurar tras el acto sexual con Anahí en el que internamente comprendió la razón de aquello,
era el afán de prolongar la existencia, inmediatamente supo que la sexualidad era un portal a
la vida, el hombre no podía por sí mismo lograr la procreación.
No obstante creyó saberlo en un sueño revelado por los extraños ritos que aprendió junto a su
amada. Al amanecer yacía junto a Anahí. Los días continuaron felices.
Un atardecer la tribu se encontró envuelta en un gran bullicio debido a que dos jóvenes habían
regresado con una extraña noticia. Relataban haber visto en las paredes de una cueva
imágenes y representaciones pintadas y gravadas de un grupo de equinos que corrían en
dirección a la hembra pero lo más desconcertante eran las imágenes de las zonas erógenas
tano del hombre como de la mujer.
Durante el relato Rogelio escucho con atención y entonces ya no tuvo ninguna duda, lo vivido
aquella noche no fue un sueño, él estuvo allí y lo que sintió y lo que realizo fue real, sus
temores, ansiedad y esa idea que lo impulsaban lo llevaron allí, plasmando en aquel oscuro
lugar un testimonio que obligaría a las generaciones futuras a retrotraerse a aquel momento
de nuestro pasado remoto para ponernos en la piel de aquel hombre tratando de desentrañar su
enigmático mensaje.