El proceso de desarrollo de la imagen inicia con Diego Javier Walteros, Adrián Felipe Pera,
Diana Acosta y Victoria París (niña de 11 años hija de una de las maestrantes), quienes
dialogaron sobre las formas visuales que podrían dar viabilidad al trabajo de la pregunta nodal.
Hablamos de telares, manos, árboles, huertas, monstruos, seres, hilos, y estas figuras se tornaron
en ligeros bocetos que posteriormente compartimos con el resto de la asamblea.
En un segundo encuentro, el grupo en general se dispuso a debatir las ideas expuestas, como
artistas educadores nos condujo una prioridad, que todos, todas y todes pudiéramos ser parte
activa del proceso, no solo poniendo la mano para pintar, sino, fundamentalmente en las ideas
que allí cobraran vida, en la autoría, en la creación.
Analizando con cuidado y desde un espíritu de acogida a todas las perspectivas que hasta este
momento se habían visibilizado en los talleres previos, recogimos las inquietudes, temores y
reservas respecto a la dinámica que se planteó para el ejercicio; las dudas se afincaban en el
hecho de pintar todos juntos, había cierta incredulidad ente el resultado estético que surgiera de
muchas manos con diferente grado de interacción con las artes visuales, es decir, pintar con
“gente que no sabe pintar”, una amalgama heterogénea de saberes, capacidades y sentidos, eso
nos enfrentaba al reto de soltar la expectativa de un resultado “perfecto” para determinados
cánones, nos consolidó la certeza de que, aunque no todo el mundo sepa pintar, todo sujeto
tiene información visual que es importante, interesante y nutritiva, y que, en el caso de nuestra
pregunta, todos los aportes visuales nos acercan y completan.
Empezamos entonces a IMAGINAR las posibilidades que hasta ahora habíamos abordado y
sus prácticas, pensando desde el ángulo pedagógico en la incidencia de los diferentes sujetos
dentro de la acción. Diana Acosta propone una solución visual que abraza tres verbos
recurrentes, que aparecen en la cotidianidad de la maestría y que han sido el pilar de las
diferentes posibilidades que hasta ahora han surgido: TEJER, CULTIVAR Y COBIJAR,
acciones simultáneas, simbólicas y fácticas que, tanto en el terreno filosófico como en lo que
se vive, palpitan con fuerza en la MAEDAR. Además, estos verbos guardan directa relación
con la problemática de sentido y posibilidades de transformación que exige la universidad:
desde resistir a la reforma unificadora de los postgrados, hasta la idea de una posible
constituyente para reformular la universidad. Pues se relacionan con las funciones principales
que consideramos tiene actualmente la misma desde perspectivas amplias:
“Tejer” está muy vinculado a las formas en que la universidad pone en relación y permite la
comunicación entre conocimientos y saberes muy diversos. En este sentido la investigación,
dentro y fuera de las artes tiene que ver con este tejer el conocimiento en formatos y formas
particulares, estableciendo conexiones, abstracciones e ideas que como un tejido configuran
toda investigación y saber acumulado posible.
“Cultivar”, puede estar muy relacionado a la misionalidad de sembrar y transformar en otros,
dejar unas preguntas o experiencias de creación e indagación como un horizonte de los
estudiantes y egresados de la maestría como artistas, docentes y/o profesores. Lo cual, se
relaciona también a la función sustantiva de las clases dentro de la universidad y con ello el
carácter formativo o académico que la ocupa. Para llevar a otros rutas metodológicas y
herramientas en el marco de la construcción de un país distinto.